lunes, 21 de febrero de 2011

"Membrillo de oro"


Si uno decide, poner un pie, en su pasado, es aconsejable usar un buen calzado: hay bastante barro allá, el olvido inundó los recuerdos... Busquemos en el lodo, dónde pisar. La infancia, recorramos nuestra infancia, caminemos sobre una inmensa superficie de azúcar, evocando simples momentos de aquella vida. No lo puedo evitar, todo lo relaciono con comida, ¿qué dulce marcó mis días?

Como argentino, debería hablar del dulce de leche, pero no soy fanático del manjar nacional: dos cucharadas y me empalago. Sin embargo, el 99% de las tortas que he preparado en mi vida, llevaban como relleno o recubrimiento, dulce de leche. Reconozco su supremacía, por esa razón, quiero darle una oportunidad a otro dulce, darle el lugar que se merece.

El membrillo. El dulce de membrillo transciende, el frasco, la lata, que lo contiene, no es un dulce ordinario: está presente en la pastafrola; en los pastelitos; en las facturas; en el postre vigilante (queso y dulce). Más allá de enumerar las variantes de consumo, profundicé en el tema: recolecté membrillos en wikipedia.

Su origen no me interesó. Es una fruta amarilla-dorada, entre la pera y la manzana. El membrillo es duro (crudo), agrio y astringente ¿Astringente? Nunca habían escuchado ése término. El sabor astringente, es una sensación, entre una sequedad intensa y un amargor. No llegué a la parte sabrosa (y asombrosa) del membrillo, en realidad, sólo puede apreciarse su sabor, cocinándolo durante horas. La persona que lleve a cabo la empresa, inundará su casa de un aroma terriblemente seductor: caminaremos hacia la cocina como sonámbulos-despiertos, en dirección a la fuente sagrada, queremos oler más de cerca: morder, comer.

Tengo que ir al grano (a las semillas) y relacionar una vez por todas, mi pasado con la fruta. Mis primeras vacaciones, fueron en Pinamar, siempre íbamos al mismo balneario. Alquilábamos, una quincena, en Enero. De la playa no volvíamos a almorzar, en varias oportunidades, comíamos sándwiches de jamón, queso y tomate… Y arena.

Veraneaba, con mi tío Pablo y sus dos hijos, parábamos en los mismos bungalows. Un verano, mi tío, tuvo la excelente idea, de comprar una máquina que iba a solucionar varios almuerzos: una cortadora de fiambre. Un muerto. Funcionaba a la perfección, el problema era el maldito jamón que elegían; marca desconocida, deforme, sospechosas manchas rosas… No me podían engañar, eso era paleta… Sandwiches de paleta, queso y tomate, ¡suena horrible! ¡Sabe peor!

Imagínense lo siguiente, un niño queriendo saciar su hambre a la una de la tarde, cansado de jugar en las olas y de diseñar con arena, y recibe siniestra vianda. Pero mi mamá, se percató la situación, que sufría profundamente, al ingerir ese alimento. No me quejaba con palabras, si lo hubiese hecho, hubiese proferido una cadena oxidada de insultos, nada hubiese conseguido. La expresión de mi rostro era harto elocuente.

Gracias al cielo, comencé a recibir sándwiches de queso pategrás y membrillo, mi madre cortaba gruesas fetas con paciencia. Una delicia. También usaba queso mar del plata: un poco picante, siempre me gustó más la comida de Pinamar. Cuando recibía un pebete de queso y dulce, experimentaba una dicha indescriptible. En toda la playa, era el único, que comía eso de almuerzo.

A partir de esa anécdota, trazaré un recorrido histórico, del influjo que tuvo y tiene, el membrillo, en mi familia. Les prometo un final inesperado, describí una forma alternativa de consumir el idolatrado membrillo.