miércoles, 1 de diciembre de 2010

ROMPECABEZAS 20 (La última palabra)

Tenía que tomar un avión. Para cualquier persona era soportar una distancia pero para una mujer que tiene casa, en tres países, eran placenteras horas de ocio. Estaba en el Aeropuerto Ezeiza, precisamente en el sector V.I.P. de American Express. Su próximo destino era Santiago de Chile, debía reunirse con su amiga y colega Tatiana Valle.

Sorbía una copa de un espumante, de la bodega Dante Robino. Mientras, leía emails de la Netbook, no eran muchos, no dejaba que se acumularan, sin embargo, desde su móvil, hacía todo. En la edad media, la espada era una prolongación del brazo en la batalla, en la época que le tocaba vivir (parecía que había sido creada para Joanna), su móvil, cumplía la misma función.

En estos momentos de paz, le gustaba cerrar los ojos y escuchar música, estaba escuchando una grabación en vivo de “Meet me halfway” (The Black eyed pea), había contratado a la banda en su último cumpleaños, no se cumple 30 años todos los días. Siendo adulta, estaba cumpliendo el sueño de cualquier adolescente: sentir que el grupo de música que a uno le gusta, canta para nosotros.

Podía sonar el móvil en cualquier momento, hace 8 meses y medio que había aceptado ser asesora on-line de branding design: cualquier persona con crédito opulento, podía pedirle consejos empresariales (era una psicóloga del marketing). Le pagaban 20 dólares por minuto. Su situación económica era tan favorable, que le pagaba a las revistas que escriben sobre fortunas, para no figurar en ellas.

En su último macroemprendimiento, había podido combinar su amor a la comida y a la moda. Ella tenía una fascinación especial por los bolsos. Había ideado un catering para empresas. Estaba orientado a la mujer ejecutiva de Chile, Argentina y Ecuador, para cubrir el almuerzo o la cena.

La comida venía en un bolso de un diseño exclusivo, resistente al peso y a cualquier tipo de mancha, había un modelo distinto por semana, en siete colores diferentes. Sólo los clientes que disfrutaban regularmente de los manjares de “Sóberon” podían elegir y usar esas creaciones. Podían adquirirse los bolsos Sóberon, en locales de la misma marca, pero a precios desorbitantes.

Lo más sabroso del servicio y de los productos Sóberon, era su manera de trabajar. Uno ordena la comida desde su móvil: ensaladas sofisticadas como Calígula, platos calientes (de Salmón, pollo o carne de res) y platos de pastas con apetitosas salsas (de camarones, al champagne, de hongos, etcétera). La empresa envía el pedido, a la locación exacta del cliente, el G.P.S. puede tener múltiples aplicaciones.

Vibró su móvil. Se fijó en la pantalla de 3.5 pulgadas, era una llamada que pedía a gritos, ideas de aliento, sobre branding design: el usuario, Homero Gómez Provenza. Fue directo al grano, dijo el nombre de ella rápidamente. Le preguntó cuál era la mejor forma de conseguir más canales de cable que aceptaran incluir en su programación, nuevas series.

Joanna, le dijo terminantemente, si sabía quién era ella, más allá que hace un minuto había pronunciado su nombre. Le exigió que se presentara formalmente. Él dijo que era escritor y un creador de ficción: entretengo a más de 60.000 personas por día, soy como una estrella de Rock con barba sin pelo largo.

No podía hablarle con ese tono de soberbia a ella, inaceptable, Homero simplemente debía escucharla. Johanna para tomar las riendas, le preguntó, si ese era, su nombre artístico. Él, energéticamente, le increpó qué Homeros conocía: ¿Simson? Una serie animada que murió en el aire: muy amarillo. Disculpe, Homero es mi nombre real, quién en su sano juicio, se cambiaría el nombre, es lo más propio. Si a uno le funciona bien el corazón, ¿lo cambiaría por otro? Si usted quiere que sea otro Homero, sería el de la Ilíada, entonces ¿Con quién piensa que está hablando?

Johanna se quedó atónita, era muy grave la incomodidad que estaba padeciendo, extraño, estaba completamente estirada en un sillón de cuero. Atornilló su mirada a la copa del espumante, Novecento Cuvée Extra Brut: en el fondo, hilos de burbujas, finos collares de perlas . Olfateó y dejó caer esa transparencia dorada en su garganta. Tomó la palabra: Lo que está diciendo, le va a costar caro.

Homero replicó que 20 dólares por minuto no era mucho, además como él no sabía cuánto iba a durar la conversación, había pagado por adelantado un abono. Una mierda, soltó Johanna. Él, a miles de kilómetros, transmitió una risa sincera, hizo una aclaración: el abono no es sólo materia fecal.

La consultoría se estaba desvirtuando. Hizo una profunda inhalación (y una lenta exhalación), tragó el vapor de los cigarrillos electrónicos. Recapacitó. Cortando el rumbo de la conversación, espetó cuál era su negocio y en qué podía serle útil. Homero estuvo de acuerdo. Pero Johanna quizo ir más lejos, antes quería resarcirse de la situación anterior.

Le preguntó con asombrosa calma, cómo la había contactado. Él reconoció que la comida de Sóberon, catering para empresas, era genial. Era un cliente asiduo de Calígula, esa ensalada gloriosa de pollo agridulce, rúcula, tomates cherry, queso en hebras, croutons y salsa tibia de puerros (hizo un resumen de los ingredientes); y agregó que conocía personalmente al autor de dicha ensalada.

Éste hombre no paraba de sorprenderlo. Pero quedó más sorprendida cuando apareció en la pantalla de su móvil, un pop-up con letras verdes claro: “American Express la invita a retirarse del salón, dadas las circunstancias, de su no satisfactoria conversación telefónica: perturba el ambiente en general”.

Estaba furiosa, pero no podía escupir fuego en ese prestigioso recinto. Fue extremadamente sincera con Homero, el de la palabra de rayo. A pesar de su mal comienzo, si él con su carácter, ingenioso e irritante, se dedicaba al entretenimiento, le interesaba saber qué series tenía en mente para vender. Le dijo que ella tenía más contactos que Mark Zuckerberg, podía ser de gran ayuda. Dijo que le solicitaba una entrevista personalmente, en qué ciudad podía ubicarlo. Respondió: nos vemos en 4 horas en Santiago de Chile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario