miércoles, 19 de enero de 2011

VITAMINA (parte I )

Compartir nuestra vida con alguien. Estar de novio acarrea muchas alegrías. Hablamos por teléfono una vez por día, debemos desarrollar nuestro costado periodístico: hacer una crónica de nuestras actividades y estados de ánimo… Y convertirnos en excelentes entrevistadores de revistas, de la actualidad, de la vida de ella.

En la cárcel, los presos cuentan los días, en cambio, en una relación de pareja, se cuentan los meses. Por lo menos, entre ella y él, se hacen regalos. El hombre tendrá que hacer una investigación sobre las marcas de ropa que ella usa, y el hombre tendrá que resignarse recibir prendas de vestir como pruebas de amor.

Por si fue poco, de los años que dure la relación (queremos que dure, también nos gustaría casarnos), en el abanico de nuestras salidas: ir al cine; ir a comer a fuera; ir al teatro… Surgirá, constantemente, el programa, terriblemente aburrido, de ver locales de ropa: él, sentado o parado, se sentirá desubicado, pero ella estará, simplemente feliz.

Pero una vez, entré en un local distinto. Para no pasar por la misma situación, del tedio más intenso, me llevé un libro, y de mi celular, música para acompañar. El nombre de la marca era sugerente: VITAMINA. Ella me recordó, que ésta era la casa, de lo jeans que me gustaban cómo le quedaban. Pegó media vuelta y señaló una arandela en su trasero.

Las fibras de la ropa, de aquella marca, son sumamente nutritivas. De mi novia hace: brillar el pelo, los ojos, la piel se le vuelve más suave y sobre todas las cosas, le cambia el humor. De poco descubrí, que los diseños (no solo el de los jeans) eran exquisitos, tanto que la famosa arandela, podría que ser un arándano. Me levanté de mi lugar, y miré colores y textura.

Los precios me parecieron altos (el hombre no gasta en ropa). Pero en la medida que iba tocando las telas, ella mencionaba la calidad de las mismas, terminé por justificarlos. Se me pasó por la cabeza, elegir la prenda que más me gustara a mí (para ella) y sacarla con la tarjeta de crédito, no importaba cuánto saliera: esa actitud podría pagarla cara, en varias situaciones.

Sin comunicarle mi plan, decidí regalarle un tapado, faltaba un mes y medio para el invierno. Los tapados, lejos era lo que más me había gustado. Tenía una poderosa arma, ella no sabía que estaba recabando valiosa información, en su cumpleaños, humillaría a todos los presentes, a los regalos de todos los presentes.

Ese día me reconcilié con la ropa. Comprarla puede ser un placer. Y elegir parcialmente, cómo se viste el amor de mi vida, un manjar. Si uno puede superar el tema “la relación enfermiza que tiene la mujer con la moda del cuerpo”, habrá entendido más de un 60% del funcionamiento de la mujer. Podemos usar ese conocimiento para nuestro beneficio: tratar de hacerla feliz a ella.

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