domingo, 5 de septiembre de 2010

"Sobre cómo escapar de un cumpleaños"

El arte de quedar bien con un semejante. Los cumpleaños son encuentros de duración indeseable. Es el día de una persona que merece nuestro aprecio: nos reunimos en su nombre; nadie habla sinceramente con nadie que no lo haya hecho antes. Además, el cumpleañero se divide como si fuese una pizza de 16 porciones, todos se abalanzan sobre él, le quieren meter un bocado.

Si llegamos temprano al evento, podemos irnos temprano, pero no antes de que el anfitrión sople las velitas. Para controlar el tiempo impunemente, podemos avisar con antelación que tenemos otro cumpleaños, vamos a pasar un rato, preferentemente que el otro festejo, ficticio o real, sea el de un familiar.

Cuando cruzamos el umbral de la puerta, evitemos a saludar a todos, en el futuro cercano nuestra ausencia debe pasar desapercibida. Sin embargo, debemos identificar quién no quiere pasar desapercibido, seamos un reidor moderado, festejemos sus chistes como si el número que hace en el borde del ridículo, fuese pago, ¿quién en su sano juicio, quiere acaparar la atención, en la conmemoración del nacimiento de otro?

En el transcurso de esa fecha importante, aparece una tierra de nadie: todavía no llegaron todos los invitados. Quedémonos quietos, sonriamos pero hablemos poco. En ese momento es aconsejable ir al baño por lo menos una vez, aunque no tengamos ganas. No hagamos nuevos lazos porque será desagradable interrumpirlos después, seguramente podríamos brindarle a alguien una conversación amena, y evadirle del tedio de ese acontecimiento… Pensemos en nuestra vida, tener que soportar ese tipo de situaciones, la hace más aburrida.

Bajo ninguna circunstancia hablemos de nuestra vida privada, no queremos ser un personaje con nombre y apellido, profesión e intereses, debemos salir airosos de esa alegre dramaturgia. Cuando hablemos de nosotros, hablemos como si nuestras experiencias fuesen películas que no nos gustaron o que no las entendimos.

La clave es persuadir a la mayoría que la voluntad general, exige que traigan el plato principal. La torta de cumpleaños es a la fiesta, como el shampoo en la ducha caliente o como el bis en un recital, no queda mucho por hacer.

No cometamos el error de no aceptar una porción de torta, es nuestra dulce entrada para el gran truco. Ingerimos uno, dos bocados, lentamente, observemos el comportamiento alimenticio de los invitados; pasemos un plato a los que realmente desean comer; sirvámosle más al que dice "sólo quiero probarla", participar activamente nos autoriza a emprender la partida cuando nos plazca.

No olvidemos la duda que surge cuando llega el momento de cortar en pedazos el pastel, nuestra ubicación debe ser cercana a él y no al soplante. Debemos ser que el apaga las velas con los dedos, un sacrificio simbólico, si no hay fuego, muere la pasión ¡huyamos!

El regalo es un elemento estratégico, encajémosle el paquete, justo antes de irnos, nuestro ser querido no contará con nuestra presencia pero tendrá un sustituto material más interesante. Recordemos que no es conveniente explicar por qué nos queremos ir, que no queremos llenar nuestro estómago con una picada monocromática, que sus amigos y sus amigas, no son nuestros amigos, que no calculó bien con la comida, que la marca de gaseosa que compró no nos gusta, que la cerveza no está suficientemente fría, por ende, que no la estamos pasando bien.

Un caso diferente es el cumpleaños con asado o hamburguesas o pizza a la parrilla, hay dos sectores, generalmente diferenciados, que facilitan una sigilosa huida. Podemos engañar a nuestro sistema digestivo y a nuestro sistema nervioso, distraernos con comida, mientras rumiamos cuando llegará la hora señalada. Si logramos tener un poco de intimidad con el dueño del momento, podemos solicitar su bendición, y que nos excuse de tener que marcharnos en esta ocasión, debemos exprimir nuestro intelecto y nuestras condiciones para el drama:

"Vine solo, ella [novia o esposa] no vino porque no se encontraba bien, no me quedé tranquilo (que se sobreentienda), estar acá con vos es importante pero, pero… ( qué complete nuestra frase, cerremos la idea embrollando las manos, lancemos muecas con el rostro). Yo se que vos me vas a entender (un dardo envenenado, marca corazón)".

Si estamos solteros, fácilmente podemos aludir que nosotros no estamos bien, (si queremos lástima de calidad de los demás, hay que negar que nos falta un bien, no que tenemos un mal), tenemos que mostrar con el cuerpo que la felicidad de las parejas de la fiesta es nuestra miseria.

La técnica más delicada es como acercarse a la puerta sin ser detectados. Sólo al de la verdadera cara de feliz cumpleaños, le comunicaremos nuestra difícil decisión, qué no se enteren los más allegados, seríamos víctimas de una denuncia atroz ¡Malditos condescendientes, nos comen con la mirada! ¿Quieren hacernos sentir mal? ¿Peor de lo que nos sentimos?

Una vez al año nos toca a nosotros. Festejar nuestro cumple lleva un tiempo completo: pasado, los preparativos e invitaciones; presente, la celebración propiamente dicha; el futuro, esperar que el último invitado se retire, limpiar y ordenar: si tenemos confianza, hagamos lo mismo, podemos ordenarle a ese sujeto que se vaya, el primer paso para realizar una buena limpieza.

Cada invitado recibirá una hora de llegada distinta que el resto, está determinada por grupos. A los del trabajo que vengan tarde, van a querer prolongar la noche en un bar, más rápido todos van a dejar tu hogar. A los familiares que vengan temprano, qué se aburran y se vayan antes. A los amigos de toda la vida hay que informarles la hora auténtica, que ellos hagan el trabajo sucio de terminar con la fiesta, cuando nosotros lo creamos conveniente. A los del Club, a los de Pilates, a los del Gimnasio, a los del taller de escritura, ese pelotón heterogéneo que tengan efecto sorpresa, tienen el privilegio de venir y irse cuándo quieran, qué nuestros seres queridos nos envidien, ¡tenemos una vida más allá de su amistad! Esto va producir un efecto rebote: Roberto de Pilates se fue de repente, ¿por qué no puedo irme cuando quiero? Yo lo conozco de antes, a mí me quiere más, a mí me llamó por teléfono al celular, eso que tenemos distinta companía...

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