miércoles, 6 de octubre de 2010

ROMPECABEZAS 3 (Patiné en el Central Park)

No estaba patinando, tenía la cabeza en otro lado: se aferraba a escenas de películas del Central Park, en vez de concentrar su atención en no llevarse nadie por delante, en el Central Park. No tenía técnica, pero tenía actitud. A gran velocidad entre árboles. El día estaba por perder el frío, era muy agradable. El parque era tan grande que parecía un laberinto sin paredes. Paradójicamente, se sentía libre encerrada en ese espacio verde, estaba desde la 8 de la mañana, casi era la hora del almuerzo. No podía irse. Estaba feliz.

Los patines, las razones materiales de su felicidad, no le habían salido caros. Hace dos años había pagado un precio razonable, sin embargo, esos pares de ruedas fueron los culpables que abonara exceso de equipaje. Ella le rogó a la chica del check-in de Americans Airlines, que la dejara llevar los patines a bordo: no quería pagar ni un peso más, después de lo que había pagado por el pasaje, la valija, la VISA (la maldita estampita para ingresar a Estados Unidos).

La mujer (era hermosa, más que ella, le dio bronca), le respondió, que de ninguna manera: no se puede ni fumar en los baños, ¿usted qué pretende, patinar en los pasillos? Bajo ninguna circunstancia puede llevarlos a bordo, si lo desea, puede dejarlos.

No le contestó, le enfermaba la cara que le ponía, esa expresión agresiva, venía de un pelo rubio y labios rojos perfectos. Se dijo a sí misma que seguro que era una histérica, era linda pero tenía los retraumas. Además estaba amargada por algo, ¡trabaja en una aerolínea pero no vuela!

Se rió por debajo con ganas, casi atropella a un señor obeso, el mismo le gritó: Watch out, Lady! Are you nuts?

Cómo la iba a tratar así, ella era una dama, se rió otra vez, pero maliciosamente. Si chocaba al gordo y ella le caía encima, ¿qué le molestaba? ¿Hace cuánto que no tenía contacto con una mujer linda? No podía parar de reírse. Clavó los rectángulos de hule de los talones, frenó en seco. El pavimento del parque más importante de New York, era impecable, parecía una alfombra de alquitrán.

Buscó el banco de plaza más cercano, eran enormes, no obstante, solo se iba a sentar en uno vacío. No podía creer el color del asiento, parecía pintado con marcador. Si en ese preciso instante, aparecía un jardinero de mantenimiento, trataría de abrazarlo. A 100 metros vio uno, estaba un poco lejos, no le interesó, además era viejo y pelado, ella joven y bella. El buen hombre iba a confundir sus verdaderas intenciones.

La estaba pasando bien pero tenía que poner sus energías en lo que había venido a hacer, más allá de unas merecidas vacaciones: se casaba en un año o no se casaba en dos años, ni en tres ni en cuatro. No era tan pesada la situación, corría (o patinaba) con ventaja. Su novio pensaba igual que ella, no era necesario un anillo de compromiso. La sinceridad de la palabra de ambos era una prueba contundente de su amor.

Se miró las muñecas, a pesar de sus 25 años (muy a su pesar) tenía manos de niña pequeña. La mayoría de sus dedos llevaban anillos, el más hermoso era uno plateado con forma de mariposa. Sonrió pausadamente, se acordó dónde lo había comprado: a miles de kilómetros, en la estación del Ferrocarril San Martín, un amigo la había asesorado, ¿qué habrá sido de la vida de él?

Tenía que pensar en su vida, Despegar.com era la empresa con la que más trabajaba, ellos la hicieron volar hasta ahí. Eran buenos los trabajos que tenía como Organizadora de Eventos. Pero quería algo más; ya estaba estudiando otra carrera. Vivía de un lado al otro, no paraba un segundo. Por otro lado, su novio estaba divido por la fábrica y su labor periodística, pero eran fijos los lugares donde trabajaba.

Se sacó el anillo de la mariposa, lo sostuvo en el aire, lo miró largo rato. Sin que la viera nadie, miró a través del orificio. A la distancia algo se movía: ¡una ardilla! Se irguió en sus patines con esfuerzo, comenzó la persecución. En su puño el anillo, aspiraba a mantener el equilibrio. Le faltaba el aire, iba a estar bien, hace dos, tres días que no fumaba, eran caros los cigarrillos en ese país.

La tierna criatura estaba en la base de un nudoso árbol, se estaba por subir a la copa. No iba a llegar a verla bien, podía llegar rápido pero iba a asustarla. En el camino, semillas como piedras sobre las ruedas, trastabilló. Se desplomó en el suelo. No fue tan duro el impacto, pudo apoyar las manos en el pasto, se le llenaron de tierra.

Estaba muy molesta, cara de cachorrito mojado pero no había nadie que se enterneciera con la situación, ¿a dónde fue a parar la mariposa (el anillo)? Salió volando. Estaba en el suelo en cuatro patas, comenzó a buscar con una esperanza destilada. Un hombre sucio sentado en las raíces de otro árbol, la observaba de arriba a abajo, le sonreía con dientes de alquitrán. Se incorporó como pudo, ahora estaba enojada como un perro bulldog. Reflexionó:

Es un monstruo pero tiene ojos claros. Si tuviese el pelo corto y se bañase tres veces por día, sería un buen partido. No olvidemos un cambio de look en la ropa ¿No se parece a Josh Hartnett? No puede ser ¿Cómo hago para sacarlo del país? ¡Nadie lo quiere! El animal es alcohólico, bebe ¡Qué niño más lindo! ¿Qué lo habrá llevado a la ruina? Una pena de amor, tiene el corazón roto.

Lágrimas en los ojos, unas líneas negras caían de su rostro. No quería pasar por lo mismo. Tenía que hablar con Daniel, con Dan, lo extrañaba. Se lastimaba cavilando, si él pensaba en Nora, Norita. Se sacó los patines y se quedó en medias fucsias. Se acercó al linyera buen mozo, le dio un pico, huyó.

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