sábado, 3 de julio de 2010

R a i n a (Capítulo I)

De la inmensidad celeste cae agua, gotas más pequeñas que las lágrimas pero agradables como una caricia”.

En la avenida Santa Fé solo un hombre entre la vereda y la calzada, un hombre sólo aguardando la lluvia plena. Llevaba un piloto sin terminar de abrochar, ¿por qué no los arrancaba, el botón de arriba y el siguiente? Quería soportar la violencia de la intemperie pero sin poner en riesgo su vida. Su cuerpo estaba aislado; seco entre la ropa y la piel, pero llevaba la cabeza descubierta: el pelo se le pegaba al cráneo como un alga a una roca.
Era una hora muerta, no tenía nada que hacer ni ver a nadie. Ir a tomar un café no era una opción, tomar algo amargo sin compañía es patético: podía tomarlo dulce, ¿de qué le servía ponerle azúcar a esa diminuta oscuridad en un pocillo? En realidad, tendría que ponerse la azúcar encima, si quería que la dulzura se le subiera a la cabeza ¿Qué era lo que tenía la taza de su vida? Precisamente no era como el té o el café, no tenía alta temperatura, su estilo de vida era agua corriente a temperatura ambiente. Una botella de agua mineral era mejor que él: primero, no tenía una etiqueta agradable… Nadie necesitaba dirigirse a él, ¿con esa cara? Segundo, su envase lo era menos y las personas que lo tomaban en serio no eran sanas.
Llego a un esquina, no tenia semáforo, miro para adelante buscando una luz que le dijera si tenía que seguir caminando. Había bastante basura acumulada donde estaba detenido, era cuestión de minutos que se inundara esa intersección de calles, no respiraban las alcantarillas. Se formo un arroyo de 4 metros: agua turbia y corriente filosa. Pensó con tono de burla que saltaría a esas aguas, si fuesen profundas.
A su lado súbitamente una mujer; horror en su cara por estar mojada, llevaba como una antorcha un paraguas económico, lo acababa de comprar, colgaba del mango un plástico. Le echo una mirada desdeñosa, como si él fuese una sopa y ella la escupiera por estar fria. Le llamo la atención que no haya nadie más alrededor, en realidad, deseaba ver gente, mucha.
Tenía atrás suyo una pizzería, era más que eso, era agradable el lugar. Sin dar un paso, diviso dos mesas cerca de la ventana: una pequeña reunión de señoras mayores, una de ellas devoraba un sándwich, era todavía la hora del almuerzo, no era esto relevante, el día era gris e interminable. Trituraba el pan, mordía con destreza, hasta las migas caían dentro de su boca; mostraba parte de los dientes al masticar, era una sonrisa canina. Era mayor la ferocidad con que denigraba a los desconocidos que pasaban por la calle, miraban para afuera y parloteaban; su criticas era trilladas pero cortaban como una hoja de papel.
Delante de esa carne de tortugas, una pareja joven ¿De que hablaban? Sabía leer los labios, estaba un poco lejos para hacerlo, además el vidrio estaba prácticamente cubierto por gotas, caprichosos reflejos producía el conjunto de ellas.

Era como mirar televisión, estar afuera mirando detras de un vidrio: dos personas sentadas que platicaban. Tuvo un vago deseo de ser espectador, ¿qué tan cercana era la relación entre aquel hombre y aquella mujer? Era alucinante contemplar semejantes sonrisas enfrentadas; el clima no los afectaba: que el día sea desagradable era una imagen en silencio para ellos.
Un hombre con prisa lo golpeo en el hombro derecho al cruzar la avenida. Lo empapo a la altura de las pantorrillas, chapoteaba velozmente, su carrera impostergable. No estaba del todo molesto con ese sujeto, no había cesado de llover, además estaba entretenido mirando a la parejita, por otro lado, muchas partes de su cuerpo estaban mojadas ¿Que le hace una mancha al tigre? Una mancha al tigre… Reflexiono un instante: Si uno está en Sudáfrica, ¿hay tigres ahí? Si uno se pone a retratar un maldito tigre, puede que al enorme animal le llamen la atención lo movimientos del brazo, además la emoción, expresada con todo el cuerpo, hará más exagerada la acción… Puede que el gatito se acerque más de la cuenta e invada nuestro territorio ¿Imagínense si manchamos al felino con tinta de pluma? La bestia no perdería tiempo averiguando si sale con agua, saltaría encima de nosotros y nos tajearía la garganta de un zarpazo. Una mancha en un tigre, si somos nosotros los responsables, no es una frase feliz.
El hombre apurado e importante ya no existía pero si lo hubiese salpicado cuando las nubes se encontraban totalmente exprimidas, le hubiese asestado un puntapié en la tibia, terrible el dolor en la zona del impacto por el frio.
Una voz deshizo el cumulo de sus pensamientos: un hombre se disculpa amablemente por su impertinencia. Le recomienda el lugar que él había estado observando. Sin que le pidiera explicaciones, expuso qué lo había estado observando mientras él observaba la pizzería de la esquina. Este sujeto le atribuyo razones interesantes a su conducta. El extraño sincero no sospechaba en lo más mínimo, el estado de desesperación que tenia este pobre hombre, que voluntariamente estaba debajo de la lluvia. Nuevamente pidió disculpas, esta vez por no poderlo acompañar adentro. Aquel hombre le hablaba abajo del techo de su paraguas, seguramente él había pasado por escenas de soledad similares, además encontraba placer en entablar extrañas conversaciones con extraños. El no quería terminar así, por falta de seres queridos, relacionarse con cualquiera que pase por la calle; tomar en cuenta la sugerencia, entrar al bar, era una manera de escapar de la situación, además tenía ganas de deshacerse de la nada que exhalaba. Dio las gracias sin terminar de decir la palabra. Se dirigió a las puertas, livianos eran sus pasos, sin embargo, un instante atrás, parecía que sus zapatos estaban cargados de plomo de balas. Si no hubiese recibo ese llamado, si no le hubiesen dirigido la palabra, su corazón seguiría con forma de ancla en esa marea.

Continuará…

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