sábado, 3 de julio de 2010

S u n n e s s (capítulo II)


Tenía que tomar la “D” todos los días, casi todos los días, el sábado no, hoy no era sábado. El subte sin gente en un sentido le resultaba un fantástico medio de transporte, en menos de media hora, en el centro de la ciudad; en otro sentido le resultaba tan fantástico como aterrador. Tiene ventanas pero no se puede mirar a través de ellas, pasamos a gran velocidad en una oscuridad que parece absoluta, tremendo el contraste entre los resplandeciente tubos de neón y el afuera, ¿afuera? Estamos debajo de la tierra.

Tenía el Subtepass cargado con suficiente dinero para terminar la semana. Pasó el molinete sin tocar esas ubres de acero inoxidable; siempre ese ruido seco y brutal, como si clavaran algo o le disparan a alguien. Corrió por la escalera mecánica, deslizándose por las barandas continuas; por lo general la gente no se corre, queda petrificada hasta llegar abajo. Espera. Espera que venga el próximo. Mira al túnel, pisando esas placas metálicas amarillas; son el límite, tienen semiesferas, caminar sobre ellas con calzado fino produce masajes.

Anhelaba divisar la mínima lumbre de una linterna. No estaba seguro que se movía, que se acercaba a nosotros. Eran muchos ellos, estaba por llegar. La sirena es redundante, nos damos cuenta cuando aparece su intempestuosidad. Parece que viene de la nada, sale de la pared. No le resultaba agradable en lo más mínimo pensar que este medio de transporte previsible -en el mejor de los casos, que no son muchos- le entregara una experiencia arancelada de irrealidad.

Iba llegar a tiempo al negocio, lo demás no importaba, eran productos de su mente ociosa, lástima que no podía venderlos.

Suena la alarma, las puertas se abren. Da saltos, no corre, busca vagones vacios, llega. Detrás de su espalda se unen de un golpe los hules de las compuertas. La satisfacción de haber llegado a tiempo, no era un pensamiento, estaba en su cara. Nadie le cedería el asiento, no estaba embarazado pero deseaba profundamente dar a luz qué relación tenía con el centro de la galaxia.

__ ¿Viste lo que dice acá? – irrumpió el viandante número 1.

__ ¿Qué cosa? - respondió el viandante número 2.

__ Es una nota sobre el Sol - número 1 se esforzó en darle a sus palabras una entonación que pusiera en evidencia el interés en sí mismo del que gozaba la noticia.

__ ¿Qué pasa con el Sol? – devolvió a su compañero, número 2 no lo había escuchado.

__ ¿Qué onda? ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa a vos? - 1 se hartó de la ansiedad indiferente que tenía Dos. Estaba medianamente ofendido.

__ Nada, siempre llego tarde... - 2 estaba doblemente arrepentido, por contestar así y no cumplir con sus responsabilidades.

__ No es mi culpa, no paran de decirte que salgas antes, tenés tiempo, ¿a qué ahora salís de la facu? No importa. Te estaba diciendo... ¿Qué te estaba por decir? Ah, unos tipos de no sé qué universidad de Estados Unidos, dijeron que el Sol no tiene manchas solares hace una bocha de tiempo. Qué está bien limpito el Sol, es homogénea toda la superficie.

__ Estaría bueno ver una foto, ¿qué pusieron? – cambió actitud de 2, impulsivamente trató de quitarle el diario a 1. Lo miró mal, no se lo permitió.

__ A ver... Sólo hay grafiquitos, uno se lo tiene que imaginar...

El sujeto sentado casi al final del vagón, al lado de una de las puertas, sacó de un bolsillo las partes de un celular, estaba más que perturbado, en algo tenía que ocupar su atención.

No podía ser que por pura casualidad unos desconocidos le sugirieran que imagine al Sol en las condiciones que actualmente se encontraba: poner en imágenes el Sol.

Convengamos que uno no puede acercarse demasiado o mirarlo fijamente. Hay un libro de un tipo que mira fijamente al Sol y pierde el sentido de la vista. Tiene sentido, sí uno lee “El diluvio” de J.M. G. Le Clézio. El Sol siempre será el elemento en boga en los dibujos de los infantes. Le dibujan generalmente una sonrisa. Su representación gráfica es un elipsoide. Le hacen flecos de distintos colores; a veces usan lana, con buenos resultados, sí son prolijos.

Presten atención en los recuerdos de los dibujos de aquella época, mejor si tienen la oportunidad de ver dibujos de niños vivos. La superficie del Sol es sorprendentemente homogénea; literalmente pulida, sí está hecha con lápiz.

Hace más de 9 años llegó a sus manos, en una de las tantas mudanzas, un psicodiagnóstico que le hicieron a la tierna edad de 4 años y medio. Cuando uno cambia de casa – usualmente, así nos referimos al lugar donde vivimos; nunca vivío en una- encuentra objetos que no sabíamos que habíamos perdido: súbitamente sentimos la falta que nos hace, arremete un orificio. Y somos violentamente arrastrados contra esos años tibios y ergonómicos. Los recuerdos pasan del estado gaseoso al sólido. Entre la batería de test psicológicos, le llamó la atención la interpretación de una de las psicólogas -lo evaluaron varios profesionales, no todos realmente lo eran- sobre un sueño dónde el Sol estaba presente, en realidad, era coprotagonista.

La maldita psicóloga lo relacionó con el principio de la humanidad.

No sé qué libros consumía en ese tiempo o las sustancias que incorporaba a su organismo sin leer lo que eran, a la hora de redactar el documento. No es relevante cuál opción era la correcta: eran muy fuertes. ¿Y sí la psicoanalista estaba en lo cierto?

No estaba completamente seguro qué repercusión había tenido el hecho que siendo un niño le perturbara el devenir de la humanidad ¿Qué tan grave debe ser su participación en la Historia? Los grandes destinos aplastan al ser humano. No. No quiere. No quiere quedarse quieto, ser un objeto inanimado, decorativo. Estaba traicionando a la biología, a sus células, ellas no cesan nunca de trabajar. Su piel, esa capa delgada de sí mismo, está muerta; no quiere tener también otra superficie muerta adentro suyo. Debo moverse en un sentido con todos sus sentidos ¿Por qué vivir así, tiene sentido? Necesita juzgar sus actos en todo momento y en todo lugar. Debe asirse, sostenerse de algo, algo que no se mueva. No hay nada en el mundo que no pueda ser cuestionado: la gravedad es suficiente grave ¿Que produce la gravedad? El Sol establece la ubicación de la materia en el Espacio. El Sol es inmaculado... Dios no se compara con el Sol. Que Él sea mi dios:

“Mi Dios es una masa, es una masa inconmensurable de gas incandescente”.

Tenía que frenar un poco, era mucho para una sola persona soportar semejante revelación, ¿con qué se podría distraer? ¿Qué tenía alrededor? La cara de la gente sentada. Una y otra vez, cuando se detenían en una estación, se repetía la situación: las personas entradas en años y en carnes, una vez que ingresaban al vagón, se quedan a milímetros de las puertas y quedaban varadas como reses. Sonaba la sirena y estos obstáculos de cebo, casi dejaban afuera las personas más ágiles: tenía ganas de derribarlas y despejar el pasillo.

__ ¡Estación terminal, deberán descender todos los pasajeros de la formación! ¡Estación terminal, deberán descender todos los pasajeros de la formación!

No se dio por aludido. Le sonaba mal, ¿estación terminal con qué se relaciona? Enfermedad terminal. Los asientos quedaron despersonalizados, parecían nuevos, parecían moldes de formas humanas en serie.

Tuvo un segundo de conexión, atinó a infiltrarse en la puerta de la izquierda. Se agarró fuerte del caño inoxidable, pivoteó casi 90 grados, desesperado por una salida. Fue interceptada su huida. Perdió estabilidad, quedó atrapado por el subte, se imaginó la posición que había adoptado su cuerpo parecía que tuviese puesto un patético mameluco, en vez del estilo de ropa que solía usar. Era dueño de un local de prendas de cuero.

Fue en la nuca, tuvo otra revelación: “El Sol cura mis cueros”. Este pensamiento lo secuestró en el andén de Catedral, otra vez se había quedado solo, un desierto la plataforma. Siguió de largo, dijo no a la escalera mecánica, quería emerger a la superficie por sus propios medios, podía lidiar con escalones de cemento. Se recordó a sí mismo que la gente que no le gusta hacer las cosas por sí mismas es superficial, no conoce la luz del Sol.


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