jueves, 22 de julio de 2010

De la escritura



¿Qué es lo mejor que hace el ser humano? ¿Qué es lo mejor que sabemos hacer todos?
No desvíen la mirada hacia la bajeza o la estupidez, del hombre, de la mujer, es bastante simple: respirar, respirar.
Lo hacemos todo el tiempo, todos los días (y no peco como la mayoría, al incluir el significante, todo, en sus frases, sin decir mucho), de eso se trata.

Sí deseamos escribir debemos comportarnos de una manera semejante, hacerlo con la mayor frecuencia posible; cuando estamos contentos (qué no se convierta en un hábito, nadie sinceramente soporta a los bucólicos!); cuando estamos enojados (un torrente de carga afectiva, sí logramos darle buen cauce, asombrosos son los resultados); cuando estamos angustiados (no es para todos, debemos tener talento y corazón, sí nos falta algunas de esas cosas, escribamos cuando la angustia esté enjaulada muerta de hambre, no olvidemos burlarnos de ella).
Las emociones templadas no sirven para la escritura; salgamos de nosotros mismos, bebamos de las experiencias ajenas, escuchemos las chanzas de otro, y que otros nos escuchen.

Liberar palabras debe volverse una necesidad, seria negligente si no sugiriera cómo. El hervor de lenguaje que tenemos en la mente, es amorfo, debemos darle su mejor forma. Para ello debemos buscar ejemplos a seguir, escritores de prosa suculenta; cuidado con la literatura universal, nuestro estómago no digiere los clásicos. Pero hay libros que parece que fueron hechos para nosotros*, comportémonos como un mono: si un simio esta comiendo una fruta, pero encuentra una mejor, la hace a un lado, y va por la otra. Otro simio se encargará de la bazofia.

No hablemos de nuestras malas lecturas: he visto en Canal 7 televisión pública (Argentina), un señor pedante que sólo habla pestes de los bienes culturales que consume. La idea, maldita sea, es que la gente lea libros, vea teatro, mire películas.

Lo que escribimos debemos corregirlo constantemente, ésta es la mejor manera de alcanzar la ilusión que nos hacemos a nosotros mismos. Debemos mostrar a los ajenos lo que escribimos, un familiar o un amigo, no va a decirte la cruda verdad. Escucha las malas criticas, y afèrrate de las buenas.

Juntemonos con personas que tengan la misma vocación. Escribir no es una profesión, no tiene lindes.

Si dejamos de escribir y nos falta el aire... Respiremos con un cuento, un ensayo, una anécdota, una novela, o un bendito blog literario. Amén.


*nunca pasa, ¿cuántos libros has leido en tu vida? ¿Cuántos escritores han cenado en tu casa? ¿Alguna vez, Alan Pauls te ha llamado por tu cumpleaños? ¿O te ha invitado a un asado Pablo de Santis?


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